viernes, 25 de mayo de 2018

El poder de las palabras (y de las acciones).



Hoy voy a hablar de un tema super relevante, que pasa a diario, pero que no lo tocamos en voz alta hasta que aparece en TV por culpa de una tragedia.
Como hoy, que he cambiado mi tema precisamente por lo sucedido el martes recién pasado. Katy Winter tenía 16 años. Y decidió suicidarse en un baño de Starbucks.
¿Qué lleva a una adolescente a tomar tan terrible decisión?
Todo parece señalar que fue víctima de acoso escolar.
A esa edad estamos en plena revolución hormonal y emocional. Todo nos parece demasiado grande. Demasiado fuerte. Demasiado triste. Nos vemos sobrepasados y no sabemos cómo manejarlo.
Yo también lo viví. Yo también pensé en apagar mi vida. Los domingos a las 9 de la noche para mí eran un calvario porque sabía que al acostarme, al otro día abriría los ojos y tendría que enfrentarme a compañeras a las cuales no les agradaba. Recuerdo que en una oportunidad fingí estar enferma para salir de clases y refugiarme en la enfermería. Lo fingí, pero por alguna razón tenía 40° de fiebre.
Estuve dos semanas sin ir al colegio porque YA no soportaba más. Era más fuerte que yo.
Y de pronto llegó mi ángel. Una profesora que me abrió los ojos. Que me dio todo el apoyo y con la cual pude sentirme a salvo porque me respaldó.
No siempre se da así. No siempre los docentes detectan que algo está pasando entre los alumnos. Y no siempre las víctimas se atreven a contarlo. Por miedo, por vergüenza, por no querer verse más frágiles de lo que ya son.
Por eso me hice docente. Porque no quiero que ningún niño (porque al final el adolescente es un niño en transición) pase por lo que yo pasé.
Creo firmemente en que los agresores también son víctimas y somos los adultos los responsables de guiarlos.

La Valeria de hoy, que mira hacia atrás, sabe perfectamente que todo lo que me hizo daño en el pasado y me llevó a pensar en quitarme la vida, no era tan grave. Podía con ello.
Y, estoy segura de que si Katy hubiese tenido la orientación necesaria... si esas personas que la dañaron supieran el poder que tenían sus palabras y sus acciones... Jamás hubiera pasado lo que pasó. Pero... sucedió.
Las palabras y acciones no solamente afectan a los niños y adolescentes. También ocurre con los adultos.
Nosotros somos el principal ejemplo. Somos expertos en criticar al del lado. En decirle que aquella ropa que usa no le queda bien. Que está muy gordo. Que está muy flaco. Que come de más. Que si sueña muy alto es un loco. Y al final esas personas terminan por hacernos sentir culpable por lo que somos. Por lo que deseamos.
En primer año de Universidad en una clase de Lenguaje Oral y Escrito nos preguntaron qué queríamos ser. Yo contesté: "Quiero ser escritora". Se me rieron en la cara... pero aquí estoy. Con ocho libros a mi haber.
Tenía tanta ilusión que no me di cuenta de las risas hasta que alguien me lo hizo ver. Y no me detuve hasta que lo logré.
Pero... no todos reaccionamos igual. Y tal vez esa risa, a otra persona, le hubiese afectado tanto como para dejar de soñar. Y dejar de sentirse útil. Y elegir acabar con su vida.
Cuidado... porque nuestras palabras y acciones tienen tanto poder como para hacer que otro decida acabar con su vida.

Types of Bullying / OKOK ... ya no mas bullying ... jojojo ... trataré de portarme bien...

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