lunes, 14 de mayo de 2018

Convivencia









Hoy repasábamos el tiempo que llevamos juntos, las veces que nos enojábamos por quién se levantaba a apagar la tele, o las veces que nos amanecimos jugando Xbox. Y les quiero contar un poco de que va…

Como buena romántica toda mi vida esperé por mi príncipe azul, o rojo me daba igual, pero lo esperaba.  Sentí aquellas mariposas en el estómago más de una vez en mi adolescencia, pero cuando sientes que tienes pirañas hambrientas subiendo por la boca del estómago la cosa es distinta y todo lo que pasa por tu mente es “él” La idiotez del enamoramiento es casi comparable con lo que produce una adicción. En todo momento lo que quieres y piensas es en “él” y si el chico se encuentra igual que tú… más temprano que tarde la necesidad de estar el uno con el otro 24/7 es vital, por lo que la “Convivencia” es  solo cosa de tiempo.

La convivencia es un mundo, hay que ser valiente para embarcarse en un barco sin timón, y que solo te puedes dejas llevar por  la corriente, aprendiendo sobre la marcha de que va la cosa. Claro está, que estas conclusiones somos incapaces de verlas en una primera instancia, por lo que la idea de estar todo el tiempo con el amor de tu vida,  cega cualquier tipo de razonamiento y nos lanzamos sin paracaídas, ni menos colchoneta para amortiguar lo que a todas luces sería un aterrizaje forzoso.
Con el paso del tiempo vamos transformando el enamoramiento por verdadero amor, o de lo que suponemos que es “verdadero amor”. Descubrirnos y conocernos a través de la convivencia es duro, podemos sacar lo mejor de cada uno o lo peor según sea el caso.  En este proceso las “almas gemelas” es solo un mito, ya que ser diferentes es una de las técnicas principales para seguir unidos, ser diferentes nutre y sostiene las relaciones.

Todo esto suena hermoso y amoroso, hasta que llegamos a los dos años de convivencia (incluso antes, pero ese es mi tiempo) que es donde la cosa se pone bélica, y solo por entretención nombraré algunos puntos de conflicto.

·         El baño, ojalá hubiese dos, uno con tina para nosotras.

·         La limpieza, “Más ratito lo limpio” más ratito lo hago, más ratito… y más ratito.

·         Los espacios (principalmente el closet) Si antes se hacía pequeño, ahora que hay que compartirlo ni hablar.

·         El orden en todo tipo de cosas, porque los hombres entran en una casa y pareciera que tras ellos entran 5 enanos desordenándolo todo a su paso. Es lo que más me impacta.

·         La pasta dental tiene vida propia y se esparce por doquier.

·         El shampoo no es jabón ni el jabón es shampoo.

·         Las Toallas siempre, siempre mojadas sobre la cama, los sofás o sillas.

·         Tienen esa maña de tirarse en la cama una vez recién hecha. (eso me enloquece)

·         Pueden tomar desayuno u once, cual sea el caso sin poner la mesa primero, no existen los individuales, ni el mantel, ni las servilletas.

Personalmente me ha costado sudor y lágrimas estos puntos y muchísimos más porque soy una persona demasiado estructurada, que odia el desorden casi rayando la locura.  Pero no vivo sola, y entiendo que el otro no siempre tiene que poner de su parte para colaborar, porque así como yo soy de obsesiva con el orden y la limpieza, el otro es desordenado. Y así sucesivamente, hay que ser tolerantes y ¿por qué no? Cuestionarnos. Observar en introspectiva y sopesar… ¿Vale la pena? Esa respuesta solo la podemos responder nosotras/os desde la experiencia, desde la tolerancia o desde el amor y disposición que tenemos a intentarlo.  

En mi caso personal ¡VALIÓ MUCHO LA PENA! Hace 16 años tomé la decisión de subirme a ese barco, sin timón ni brújula ni nada. Ambos sin saber hacer bien el papel de adultos tomamos la responsabilidad de serlo y aprendimos, a porrazos de vez en cuando, pero aprendimos. Como experiencia puedo contarles que lo principal en una relación es la primera persona, osea “YO”.  Ser una persona completa, consiente y responsable de uno mismo, de lo que dice, lo que hace, lo que hace sentir al otro, ya que dos seres incompletos jamás podrán llamarse “Nosotros”. 

No ser dependiente,  el amor no es una cárcel.

No pensemos por el otro, no hablemos por el otro, ni sintamos por el otro. En el fondo es no “asumir” que sabemos lo que el otro quiere, porque “suponemos” que lo conocemos por el tan solo hecho de amarlo.

La aceptación de cada uno, es libertad. Aceptar que soy como soy me hace libre, y hace libre a mi compañero/a  de querer cambiarme, o modificar mi comportamiento por beneficio propio.

Y finalmente… lo hijos no unen un matrimonio, solo son el fruto de un proyecto de vida.

Lo que quiero decir, es que para vivir con otro/a primero que todo debemos aprender a vivir con nosotros mismos. Nadie nos entrega un manual de convivencia por lo que todo depende del amor que le pongamos al proyecto, y del amor que nos tengamos nosotros/as mismos.

Me encanta vivir con mi amor, me encanta la familia que tenemos, pero también me encanta como somos los dos libres, haciendo lo que nos gusta, respetando nuestros momentos y espacios, me encanta sentirme orgullosa de sus logros como también siento que él lo siente por los míos y celebrarlos. Me encanta vivir con él y nuestro fruto de este proyecto que es nuestro enano. Lo amo mucho, los amo muchísimo,  y me amo también un montón.

Lo quiero conmigo siempre, pero libres <3




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