domingo, 1 de julio de 2018

Perfeccionismo, me arruinas la vida

"Lo más importante, siempre debes tener fe en ti mismo"


“Con tu deber no más estás cumpliendo” esta frase ha salido de la boca de mi papá cada vez que le mostraba una buena nota, alcanzaba un logro o simplemente hacía algo que para mí era muy difícil. En este contexto nace mi permanente afán perfeccionista que a veces me gusta tildar como un mecanismo de compensación, por mi falta de “normalidad”. 
 Pero ¿Por qué quiero ser perfeccionista? Y Freud en este instante se ríe de mí porque la respuesta es: para agradar a los demás y pueda formar parte de su grupo, que patético ¿verdad? Sudas sangre para lograr lo que quieres, y al final cuando lo haces en el fondo sabes que no es por ti que lo haces sino, para lograr que los demás te acepten.
Mientras escribo pienso en las estupideces que he hecho para lograrlo.

1.    Para ser la amiga perfecta: hacía todo lo que me pedían era como un perrito faldero detrás de su dueña. Incluso regalé cosas valiosas para mí a alguien que a fin de cuentas no lo merecía.
2.    Para ser la hija perfecta: ayudaba en casa y luego daba informes detallados de todo lo que hacía solamente para recibir un gracias hija.
3.    Para ser la alumna perfecta: no salía a recreo si no había terminado la tarea de la clase (la mayoría de la gente pensaba, que era por tenacidad) pero no, simplemente era para recibir un refuerzo positivo como el perrito de Pavlov y la campanilla.

Si a eso le sumo el pánico que me producía equivocarse o fallar en algo, todo se transforma en un martini seco de pura culpa coronado por latigazos que me propinaba mentalmente con palabras subrayando lo torpe y poco avezada que era.
Ay, la culpa ese amargo elixir que nos gusta beber cuando hacemos algo más que nos vuelve víctimas de nuestras circunstancias, en lugar de asumir la responsabilidad por nuestros actos y hacernos cargo de las consecuencias,

Es complicado intentar de ser perfeccionista y hacer las cosas solo por el gusto y el placer de hacerlas sin la presión de ser el mejor. Eso le quita un alto porcentaje de presión a tu espalda porque a veces, y seamos sinceros, eres la competencia de Sísifo empujando la piedra por la cuesta, solo que en tu caso prefieres llevarla en tu mochila donde además cargas el mundo, ese que crees debes controlar.

Pero un buen día te cansas de todo lo que haces y decides por fin, que lo importante no es lo que los demás piensen o digan sobre lo que haces, Aquí lo que de verdad importa eres tú. Porque a fin de cuentas la única persona que va a estar contigo hasta el día de tu muerte es la misma que aparece cuando te pones frente al espejo.


Haz lo que quieras dando lo mejor de ti, pero sin olvidar que debes disfrutarlo sin torturarte. Vive sin pensar en nadie más que en ti, buscando la propia satisfacción y el orgullo de la meta lograda. Porque si te equivocas aprendes, si te caes te levantas pero lo más importante es que el mundo no se acabará si fallas, ni nadie dejará de quererte.

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